En el primer borrador de
este reportaje escribí que quizás la casa de A Peregrina no goce de la pompa y
la grandeza que en su día, hace más de quinientos años, tuvo la residencia de
Lorenzo de Medici en Florencia; allí en donde, con trece años, Miguel Ángel Buonarroti practicó sus primeras incisiones en la piedra blanca de Carrara.
También escribí que el culpable de que este espacio de creación fuese posible,
en un contexto de crisis, era una suerte de mecenas posmoderno. Pero todo esto
sonaba un tanto alejado de la realidad; idealizado. No obstante la verdad es
que en Sarela de Arriba, a las afueras de Santiago de Compostela, hay una vieja
casa habitada por varias personas que sólo tienen que pagar dos euros al mes. A
cambio, reciben un espacio en el que pueden, de forma libre, crear, crear y
crear. ¿Con qué otra palabra, que no sea mecenas, describiríais a alguien
apasionado por el arte, que prácticamente cede un lugar propio a quien quiera
acercarse e introducirse en el tan denostado y, a la vez, admirado, mundo de la
creación artística?
A Olmo Blanco (Boiro, 1982),
lle llaman en A Peregrina o bedel, y
es el mecenas en cuestión. El decidió hacer buen uso de esta casa familiar que
llevaba cerca de diez años abandonada. Durante el verano del 2010 creó el Episodio Piloto, un encuentro entre todos los
creadores que quisieran pasarse por allí. En el 2011 tuvo lugar la segunda
edición de este evento, y a partir de septiembre del año pasado, A Peregrina se
llenó de vida.
Ahora viven aquí, además de Olmo, Diego Vites
(O Grove 1986), Ania González (Vigo), Itziar Álvarez Bocalandro (Madrid) y
Paulina Funes (Mendoza, Argentina) pero en su taller también trabajan joyeros
como Bruno Varela (Cambados, 1983). La idea le vino a Olmo a la cabeza por que
la vivienda era demasiado grande para trabajar y vivir en ella él solo, y ahora dice que “trabajar es más fácil, pues con más gente siempre puedes encontrar motivación,
intercambiar ideas e innovar”. Es un hervidero de propuestas, de ideas y sobre
todo, despierta un sentimiento de bienestar y confraternidad. “En estos últimos
años avanzamos mucho en la casa y la hicimos habitable”, añade Olmo y sigue,
“el espacio se fue definiendo poco a poco y ahora tiene significado”.
Lugares como la casa de A
Peregrina (todos la llaman así a pesar de pertenecer al lugar de Sarela de
Arriba) son necesarios para gente como Diego, quien recién llegado de Tenerife
necesitaba un lugar en el que poder no sólo trabajar, sino también ponerse en
contacto con sus colegas artistas gallegos. “Todo surgió de la convivencia”,
afirma Diego, “se fueron definiendo los espacios con el día a día”.
Un galpón, un almacén, un
lugar para almacenar obras, el taller con su propia zona para moldear barro,
joyería, pintura, escultura, un monte como parte trasera de la casa y un
antiguo remolque que sirvió para los ensayos y grabaciones de grupos de música,
unas vistas envidiables y personas que comparten las mismas inquietudes, y por
sólo dos euros al día. Para Itziar Álvarez es un retiro de la vida urbana
madrileña. “Estoy aquí intentando encontrar lo que realmente me gusta, lo que
quiero hacer de mi vida”, es para ella un paro en la ajetreada vida de la
ciudad, y ademáis “tomar un café por las mañanas con estas vistas no tiene
precio”.
Vivir del arte
Ninguno de ellos considera
fácil poder vivir del arte. Dependen básicamente de concursos y ventas
ocasionales. ¿Está su profesión infravalorada? Pues para Olmo es una moneda de
dos caras pues “las apariciones públicas están llenas de glamour, pero la realidad es bien diferente”, son “mitos de
Bohemia”, añade Diego. Dependiendo del tipo de obra en la que se trabaje se
pueden tener malas y buenas épocas y, en la profesión de artista, se da el caso
excepcional de que su trabajo no siempre se paga como producto final. “A veces
te pagan la producción de la obra, y te ofrecen una promesa de éxito por
exponer en un determinado espacio de pretigio”, afirma Diego Vites. Olmo
incluso recuerda utilizar obras como moneda de cambio, lo que afirma, sería muy
importante, pero (apunte personal) dudo que un consejero acepte un sueldo en
esculturas por mucho que represente la cultura gallega.
Para Bruno Varela el
panorama es más negro. El tiene su propio espacio en A Peregrina en donde
trabaja con la plata, el azabache o el esmalte pero a penas existen concursos o
muestras de joyería y depende de ventas y encargos particulares en un sector,
dice, infravalorado, y que además, tiene que competir con la producción
industrial. A pesar de que en Compostela existe una larga tradición y demanda de joyería él ve su
futuro complicado, sobre todo en un mercado “que sigue vendiendo lo mismo desde
hace siglos”. Además reivindica que en lugares como Turquía, joyería forma
parte de las carreras universitarias. “El hecho de que aquí sea un ciclo
superior te cierra muchas puertas y vías de financiamiento como las becas de
estudios”.
Mercados y tabúes
¿Tenemos todavía temas
prohibidos en el arte? Diego y Olmo consideran que si. Puede que temas de pudor
sexual, religioso, político o social hayan sido tratados con anterioridad en el
arte, “pero la sociedad todavía no superó este pudor”, considera Olmo. Los
mercados institucionales sólo apuestan por artistas y obras que “perpetúen su
visión” opina o bedel. Y las
galerías, cuya visión es puramente mercantil, también dejan paso a prejuicios de
carácter ideológico, ayudando a mantener el status quo.
Diego Vites considera que la cultura gallega de seu (propia) es una
cultura de creación minifundista. Diversos y pequeños colectivos esparcidos por
la geografía de Galicia consiguen una auténtica y original producción cultural.
Para Olmo Blanco lo institucional está fuera de la cultura de seu. “La sociedad no va a los centros [de exposición] y
los centros no representan a la sociedad”, sentencia.
Si Susan Sontag levantase la
cabeza, hoy en día, y en Galicia, pensaría haber retrocedido en el tiempo, y no
creería estar en el siglo veintiuno. Ella que escribía esto, en Sobre la fotografía, publicada en 1975,
pensaría que en el 2012 las cosas estarían, en el mundo occidental, a otro
nivel:
“Lo seguro ya no monopoliza la imaginería pública. Lo grotesco ya no es una zona privada. La gente bizarra, en desgracia sexual, libre emocionalmente, es vista cada día en los quioscos, en la televisión y en el metro. El hombre hobbesiano vaga por las calles, muy visible, con purpurina en su cabello”.
Quizás es que todavía queda
mucho por caminar. Teniendo en cuenta que en el 75 acababa de morir Franco, y
que Don Manuel Fraga no hace mucho que finó. Quizás el cambio está por llegar;
pero no el de Mariano. Entendámonos, por favor.
P.D.: los chicos y chicas de
A Peregrina volverán. Están preparando el FAC (Furancho de Arte Contemporánea).
Stay tuned.
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